Cuando el sol se empezaba a esconder, un pulso ardiente comenzaba a crecer en mí. Ni los peros de la autoridad, ni los cuandos de mi hermana lo detenían.
Era prófugo, era indomable. Me lo recuerda el aroma a tierra bien seca (ahora extinta en el mar del concreto), o el ruido de un motor fugaz en la reja de alguna morada.
¡Cómo recuerdo aquellas noches!
Calzando la indumentaria de la rivalidad, cuidadosamente atada con las intrucciones del maestro, me entregaba a la espera de un nuevo capítulo de la guerra sin fín. Las paredes del patio se veían manchadas de tantas derrotas pasadas y que, esperaba, acabaran algun día. Incluso el tormento que me era impuesto por mamá de limpiar los manchas significaba un incentivo adicional para mi sed de triunfo.
Y cuando llegaba el momento, un ruido de un Chevrolet rojo enganchandose, gritar no bastaba. Era el feliz encuentro de padre e hijo, que se esperaban para abrazarse.
Pero la pelota cortaba la emotividad como un arma despiadada. Papá se volvía el invasor y yo el guardian de mi fortaleza. Y mi casa era un refugio, donde escondía los sueños mas hermosos de la niñez, que nacían y crecían en la calma de un mundo que desconocía. Donde el tiempo no tenía dueño, ya que existir aún no te mandaba facturas. Cuando mi anhelo y obligación era crecer en creatividad para nombrar cosas que aún no habían sido descubiertas. Allí, inocente pero implacable, forjé las piezas que me dieron forma, mágicas e indestructibles.
Jamás permití que las dañara (o al menos lo intenté). Dándole la espalda a mi improvisado arco de fútbol atajaba varios, pero siempre eran más los tiros que convertía en cicatrices para mi naciente orgullo.
Era prófugo, era indomable. Me lo recuerda el aroma a tierra bien seca (ahora extinta en el mar del concreto), o el ruido de un motor fugaz en la reja de alguna morada.
¡Cómo recuerdo aquellas noches!
Calzando la indumentaria de la rivalidad, cuidadosamente atada con las intrucciones del maestro, me entregaba a la espera de un nuevo capítulo de la guerra sin fín. Las paredes del patio se veían manchadas de tantas derrotas pasadas y que, esperaba, acabaran algun día. Incluso el tormento que me era impuesto por mamá de limpiar los manchas significaba un incentivo adicional para mi sed de triunfo.
Y cuando llegaba el momento, un ruido de un Chevrolet rojo enganchandose, gritar no bastaba. Era el feliz encuentro de padre e hijo, que se esperaban para abrazarse.
Pero la pelota cortaba la emotividad como un arma despiadada. Papá se volvía el invasor y yo el guardian de mi fortaleza. Y mi casa era un refugio, donde escondía los sueños mas hermosos de la niñez, que nacían y crecían en la calma de un mundo que desconocía. Donde el tiempo no tenía dueño, ya que existir aún no te mandaba facturas. Cuando mi anhelo y obligación era crecer en creatividad para nombrar cosas que aún no habían sido descubiertas. Allí, inocente pero implacable, forjé las piezas que me dieron forma, mágicas e indestructibles.
Jamás permití que las dañara (o al menos lo intenté). Dándole la espalda a mi improvisado arco de fútbol atajaba varios, pero siempre eran más los tiros que convertía en cicatrices para mi naciente orgullo.
Dedicado a mi máximo profesor. Yo se que lo leerás algun día
4 comentarios:
Algunas cosas
1º: Muchas gracias a tí por pasar y leer mis textos. Los últimos 3 han sido escritos en menos de 20 minutos y me he impedido a mi mismo corregirlos o modificarlos con el fín de lograr conservar la primera idea lo más original posible. Por ello, si lees errores, faltas de ortografía o de gramática te pido disculpas y espero que puedas decifrar la idea original a pesar de.
2º: Quisiera establecer algun contacto contigo. No tengo mucho tiempo pero si posteas leo lo que escribes y creo que ya me he encariñado. Solo por complicidad (o la intención en su defecto).
3º: Caro, tus críticas tienen mucho cariño y me gustan. Pero me siento mal por no responderlas dado que no tienes contacto ni se quien eres. Si lo lees, recíbelo como un gracias de todo corazón.
Por su paciencia muchísimas gracias.
Rodrigo Larrea (el nombre real).
que emotivos recuerdos!!
es una postal maravillosamente narrada
con olores y sabores que en común muchos pasamos, por al´´a enlas décadas del 70 y 80 cuando la modernidad aún no invadía los barrios y las canchas de tierra eran todo el horizonte libre que podíamos contar en especial en tarde con toque de queda.
Un abracito de luz
con mucho amor universo para ti:=)
que lindo poder leer y sentir a la distancia que recuerdos tan sencillos nos hacen crecer y anhelar volver a vivirlos, el poder desear que fuesen tangibles no solo para nosotros sino que para todos los demas..
Gracias a ti x darme este espacio y conoce run poco mas de ti jajaja
saludos
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