Percibo el zumbido constante
cuando apago la luz,
cuando ajusto la alarma,
y me envuelvo en la sabana.
El ruido de mis ideas.
Como el taco en hora punta,
o el reggaeton del cumpleaños.
Ese volumen puro y psíquico
solo puedo oírlo en la noche.
Los millones de estímulos recibidos,
los veintitrés pacientes contenidos,
los cientos de textos en el celular,
todos, siendo clasificados en el tercer piso.
Y entonces me desvanezco,
sumergido en el placer del amor,
mientras imagino mi voz hablándome
y mis manos acariciando mis huesos.
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