Isabel camina por Santiago,
modelando dos bellas piernas
con paso firme lleno de ansiedad
mientras observa su teléfono.
A dos metros Isabel sentada
descansa su espalda del largo peso
gira un pito concentrado
y lo pasa tosiendo a Isabel.
Mientras meditan bajo la droga,
Isabel a dos cuadras ríe fuerte.
Pide otra cerveza y el mundo gira.
Un mundo inestable por descubrir.
Y espera entusiasta la apertura
del local favorito de Isabel.
Donde todos bailan y fuman juntos
y donde ríen los que no ríen.
Isabel es una mujer de Bellavista,
alejada y feliz de su rutina.
Aquella que exhiben en las fotos,
la que todos quieren y recuerdan.
Peregrinando las calles frías,
gastando dinero que odia trabajar,
da gracias por aquel momento
que da sentido a todo lo demás.
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