El orden de mi cuerpo
la entereza del pensamiento
un tibio deseo muerto
se desentienden.
De mí
Pequeño residente hostil
de la morada de mis venas
heredadas de una estirpe
fabricadas a la fuerza.
Sistémicamente exactas
las ideas se analizan
se dividen en quebradas
se dividen en marchitas.
Y mi carne de cenizas
como rehuyendo la culpa
queda estatica en el hueso
se hace sorda a mi verbo.
Recuerdo las estrellas,
prestigiosas cicatrices
en lo alto abandonadas,
pendientes de mi ansia.
Que una lluvia de petalos,
perfumara mi piel gastada.
Que la dicha la acogiera
le diera paz y autonomía.
Alejada de mi desidia
de gobernar tanta riqueza,
de proteger tanto amor
y merecer tanta belleza.
Pero lo comprendí.
Oí sobre mis pecados
alguien fundó diagnostico
Estampó sobre mis anhelos
la obligacion al bienestar.
Y al castigar con la aguja
para mi conciencia evaluar
sentencia lo único sagrado
a sangrar para sanar.