llueven cálidos los pasos musicales.
En mi ventana sin cristales que defiendan
brota el manantial sagrado de mis venas.
Desde un día seccionado por el rayo
y que abre sus entrañas cubriendo la ciudad
la fatiga inmensa del pasado alegre
descansa con la tristeza del presente.
Allí, a la deriva del pensamiento
acoplado por el viento invernal que sopla
y sopla fuerte, congelando el silencio
para susurrar su canto de solista.
Duerme el pan, duerme el tiempo.
Duermen todos a la espera del renacimiento.
Es el invierno, que acoge al desmedro
y le da sentido a su existir.
Y yo lo entiendo, desde mi ventana
incomprendido y viejo invierno.
Acompañado de la noche indecisa
Mi viajero infinito, sin hogar ni miedo.
No abandones la travesía,
quédate conmigo esta noche.
Lluéveme del Dios que te encomienda
y lávame esta pena con tu partir.